Publicado: dic 29, 2020
Autor: Miguel Eduardo Anaya Mares
INTRODUCCIÓN
A diferencia de las generaciones pasadas y derivado del desarrollo de la tecnología, ahora con la pandemia a nivel internacional de Covid-19 se han producido importantes cambios en el orden de la vida de los seres humanos. Aún con la enfermedad presente causada por el virus SARS-CoV-2, el mundo se encuentra en una constante innovación y cada vez más conectado globalmente. Prácticamente todas las personas, mediante el uso de un aparato móvil, tableta o computadora, puede establecer comunicación internacionalmente, es decir, desde cualquier parte a otra.
El ritmo tan acelerado que produce la conectividad y las nuevas formas de vivir en las ciudades derivado de los protocolos médicos, constituyen unos de los principales factores de tensión para las familias. Por tal motivo el lazo de unión entre ellas lamentablemente se ha venido desvaneciendo poco a poco; a la hora del desayuno, en la comida y durante la cena, entre los miembros familiares ya no se hablan y no se comparten como antes los diversos temas, ya que gran parte se encuentran ocupados con los variados aparatos de comunicación que permiten el uso de las redes sociales, en los que mantienen la comunicación preferiblemente con amigos y conocidos por fuera del círculo familiar.
Bien se entiende que la familia “constituye el grupo natural del cual surgen los individuos que conforman la sociedad” (Baqueiro y Buenrostro, 2009, p.3). Por lo que a lo largo del tiempo la familia se ha identificado como la base de los grupos sociales, en los que recae la responsabilidad del desarrollo de la sociedad. Las agrupaciones familiares han existido a lo largo de la historia y de la cultura de los seres humanos, por lo que es identificada hoy en día de distintas formas. Como, por ejemplo, desde un concepto biológico, la familia es considerada como una institución formada por padres e hijos de ambos y en ocasiones parientes referidos con algún vínculo de sangre. Desde el punto de vista sociológico la familia es una agrupación (grupo) dinámico de individuos organizados de diferente forma, en los que además de vincularse por lazos sanguíneos también existe el lazo derivados de intereses de sobrevivencia (Baqueiro y Buenrostro, 2009). El modelo de familia tradicional está en constante cambio a causa de normas relacionadas con la crianza y formación de los hijos, las relaciones entre los cónyuges se están viendo desvanecer por nuevas orientaciones y costumbres en la comunicación aunado a una emergencia médica internacional, que repercuten en la facilidad hacia el maltrato o violencia de los más vulnerables, que principalmente son los niños.
El conflicto es un fenómeno natural y consecuente de las relaciones humanas. Las familias no se escapan de esta disputa humana y mucho menos ahora ante la nueva normalidad. Por lo que las diferencias y los desacuerdos que surgen durante el proceso de la pareja o de los miembros familiares contienen tanto aspectos emocionales y afectivos, como aspectos legales y económicos, los cuales deben ser contemplados desde un enfoque proactivo para llevar a cabo una adecuada solución y lograr vivir con armonía durante los periodos de cuarentena. Estos últimos aspectos, sobre todo en el caso de parejas con hijos, serán siempre obstáculos permanentes en el mundo de las relaciones y emociones que les brinde amor, respeto y consideración de los niños, su sano esparcimiento y educación.
La mediación familiar se encuentra identificada como una intención de resolver las diferencias o las controversias surgidas de los conflictos en los senos familiares y sobre todo aquellos en los que la violencia y maltrato infantil se encuentra presente. Por tal motivo el objetivo del presente artículo es identificar sus características para describir su importancia en la solución de los conflictos. Se abordará, en la prevención de los conflictos, la determinación personal de la definición de la mediación familiar y se finalizará con la importancia de la salud mental para salvaguardar los derechos infantiles acerca de encontrarse libres de violencia.
DESARROLLO
Anteriormente el ser humano carecía de información derivado de las limitaciones en los medios de comunicación. Hoy en día y gracias a los medios masivos de comunicación es imposible sustraerse de ellos, por lo que las personas cuentan con la información disponible coloquialmente hablando en las “palmas de su mano”. El proceso de la comunicación es fundamental para el desarrollo social y psicológico del ser humano. Sin este proceso nadie pudiera desplegar sus fenómenos mentales hacia los demás. Precisamente las ciencias de la comunicación, aquellas que se ocupan del estudio de las cuestiones comunicacionales (intrapersonal, interpersonal y masivo o social), constituyen un campo multidisciplinario como articuladora entre los diferentes enfoques al presentarse las diferencias de opinión.
Rodríguez (1988) hace mención que “la comunicación es la esencia misma de la vida, a todos los niveles” (p.2), ya que la vida misma es comunicación. La comunicación es importante porque es considerada como “un proceso a través del cual los sujetos se vinculan entre sí, para lograr que el mundo sea un espacio donde las ideas, los conocimientos, hechos y situaciones sean comunes” (Com, Ackerman & Morel, 2011, p.9), donde además “la buena comunicación biológica es el motor del desarrollo somático” (Rodríguez, 1988, p.82). La comunicación permite establecer nuestra posición subjetiva en relación a las otras personas, ya que establece acuerdos y deferencias con los demás, por lo que nos lleva al camino en la toma de decisiones en lugar de expresar ira y enojo derivado del mal manejo de nuestras propias emociones ante la problemática generada por el Covid-19. Mediante la comunicación se fomenta el diálogo, que evita el monólogo y la inmersión en uno mismo, en donde gracias a las palabras se formulan las ideas, afectos, sensaciones y las conversaciones, las cuales crean el puente entre dos o más personas para producir la unidad entre los hablantes, generando así la proximidad (Com, Ackerman & Morel, 2011, p.11) que puede evitar el uso de violencia, por lo que la correcta comunicación interpersonal “es principio y garantía de higiene mental, familiar y social” (Rodríguez, 1988, p.82).
Por más que el ser humano busque la manera de comunicarse y entenderse con los demás, de vez en cuando aparecerán los conflictos. Esto es al ser propiciado por el estrés, la ansiedad y la incertidumbre ante lo que se está viviendo, donde lamentablemente algunas personas se expresarán de formas inadecuadas ante ellos: gritos, golpes, maltrato psicológico y físico. El conflicto, según Baqueiro y Buenrostro (2009) “es un fenómeno consustancial a las relaciones humanas, que surge de la interacción entre las personas o los grupos” (p.324) ya sean de gran tamaño o pequeños, como lo es en el caso de las familias, donde se manifiestan diferentes intereses y cada quién defiende su postura y le otorga su debida atención a la manera en que se educa a los hijos. El origen del conflicto tiene lugar cuando las personas involucradas caen en enfoques antagónicos en la forma de llevar a cabo su vida durante el periodo de cuarentena, ya que se producen choques de conductas, expectativas, intereses, valores, formas de pensar y sus percepciones que rompen con las relaciones, provocando así la disfuncionalidad y por ende el maltrato interfamiliar.
Es muy complejo el conflicto del tipo familiar, específicamente aquél que violenta y transgrede a los menores de edad, ya que no sólo afecta a los aspectos relacionados a lo afectivo, social, psicológico, patrimonial, etc., de la familia, sino que agrede también a sus demás miembros comprometiendo sus propios intereses. Derivado de la complejidad de las relaciones de las parejas, surgen los siguientes conflictos más comunes (Ramírez, 2006):
• Provocados por la sociedad, cuando influye negativamente.
• La felicidad conyugal tiende a declinarse con el tiempo, por la disminución de la compatibilidad.
• Las tensiones provocadas por lo hijos y su forma de educación.
• Disputas derivadas de la situación económica y social de la familia.
• Los desacuerdos y conflictos matrimoniales, según la teoría de etapas de Levinger & Snoek (1972):
Sternberg (1989) por su parte indica los siguientes:
• El aburrimiento, las continuas peleas, la falta de comprensión, la falta de comunicación, la atracción hacia otras personas, la falta de compromiso, demasiada exigencia, la falta de convivir en compañía, ideas y valores contrarios, concepciones distintas y falta de apoyo.
Desde el ámbito relacional de la pareja se ha identificado, en lo general, el origen de la mayoría de los conflictos familiares y que recaen en la expresión de la violencia familiar. Según Baqueiro y Buenrostro (2009) “las parejas parecen haber encontrado en el divorcio la única vía de solución a sus diferencias” (p.345), por lo que es imprescindible considerar otros tipos de alternativas de atención a los conflictos cuando éstos se desembocan en manifestaciones evidentes de maltrato, que sean más integrales con el objeto de fomentar la comunicación, respeto, la salvaguarda de los menores y por ende la buena relación.
El conflicto, como función, implica un compromiso emocional que debe encontrar su respuesta desde enfoque expuesto por las personas que eviten las situaciones de violencia. Redorta (2011) hace hincapié en que debe observarse al conflicto “como motor de cambio social y personal” (p.29), con la finalidad de plantearse la utilidad del mismo. Bien se sabe que gracias al conflicto se genera la innovación, la satisfacción de necesidades psicológicas, se rompe con la rutina y se permite la descarga emocional, derivado de las continuas confrontaciones y concediendo la observación a los problemas desde diferentes ángulos, que lleven a cabo su adecuada resolución.
Redorta (2011) hace mención que la gestión de conflictos es “el conjunto de acciones orientadas a producir un cambio en las relaciones de las personas afectadas de modo que la situación tienda a pacificarse lo más rápidamente posible y de la mejor manera” (p.24) y su eficacia para obtener lo que se pretende dependerá de la capacidad de obtener los resultados con base en la naturaleza del conflicto. Lo que se puede determinar a la gestión o resolución de conflictos como un proceso en relación a los objetivos preestablecidos por aquellas personas que tienen un interés común, como lo es el caso de la prevención del maltrato y violencia infantil.
Es aquí donde radica la importancia de establecer procesos adecuados para llevar a cabo la mediación cuando la familia se encuentre en disputas de sus argumentos y con presencia de algún tipo de violencia. Según la Real Academia Española (2020) la mediación es la “actividad desarrollada por una persona de confianza de quienes sostienen intereses contrapuestos, con el fin de evitar o finalizar un litigio”. Lo que distingue al proceso de la mediación del arbitraje es que la figura de un tercero, también considerado neutral, “no tendrá capacidad decisoria y cuyo rol será ayudar a las partes en su proceso de influencia recíproca para alcanzar un acuerdo” (Redorta, 2011, p.25).
Ante los aislamientos que se están presentando a causa de la actual pandemia es preciso definir los procesos de mediación familiar, por lo que se propone la siguiente:
“Es un proceso cooperativo, de voluntad personal y flexible que, gracias a la orientación de una tercera persona, se encuentra dirigida a alcanzar un acuerdo benéfico de las partes involucradas sobre las diversas situaciones o aspectos en disputa”.
Como se distingue en la definición anterior una palabra clave es la voluntad, por lo que se encuentra presente “en las partes tanto respecto a la decisión de someterse o no a dicho proceso como en que el acuerdo de mediación se tome sin coacciones de ningún tipo y por tanto, de forma voluntaria” (Botana, 2012, p.38) y se entiende que la voluntad es también aplicable a todos los involucrados, incluyendo al mediador. Además, como bien lo señala Botana (2012) la mediación “no debe tratar únicamente problemas matrimoniales o parentales, sino que va mucho más allá, abordando cuestiones realmente sociales y que tiene más que ver con la comunicación de los seres humanos que con un proceso tasado de resolución de conflictos” (p.41).
Los principales componentes en la mediación familiar acogen características singulares que se agregan a las encontradas en la mediación pura. Es por ello que el mediador, además de estar entrenado para llevar a cabo los procesos de mediación pura, debe entender la especialización en el conflicto familiar, sus aspectos sociológicos y psicológicos que afectan y permiten la violencia en los miembros de las familias involucradas, considerándolos como un sistema dentro de un contexto cultural determinado (Baqueiro y Buenrostro, 2009). Es aquí donde impera la importancia de la salud mental tanto del mediador como de las personas en conflicto, con la premisa de cuidar el correcto orden y proceso de las intervenciones a las cuales estarán sujetos, o en su defecto, canalizar la situación dependiendo de su grado de gravedad o circunstancia vivida de la violencia o maltrato familiar.
De igual manera se consideran los aspectos jurídicos en los derechos familiares y de los niños para obtener un enfoque integral que conlleve al manejo efectivo de los pensamientos, los sentimientos y las actuaciones de las partes involucradas ante los efectos psicoemocionales y sociales derivados de la pandemia. Zaldúa y Bottinelli (2010) indican que tanto el proceso de salud-enfermedad-atención como su complejidad social, subjetiva e histórica del contexto, deben ser abordados y comprendidos desde “una perspectiva crítico-constructivista y reflexiva que propicie su transformación y redireccionamiento en beneficio de la vida y la existencia” (p.140). Por lo que recurriendo a Santana, Sánchez y Herrera (1998) se distingue el postulado acerca que para poder llevar a cabo un tratamiento integral es necesario no sólo para la víctima “sino también de su agresor y de la familia, para lo cual es necesario un equipo multidisciplinario que se encargue de esta problemática y aborde los aspectos biológicos, psicológicos y legales pertinentes” (p.5).
Según Baqueiro y Buenrostro (2009) el procedimiento de la mediación familiar “permite traer al mismo a otros afectados por el conflicto cuando se requiera, si las partes así lo deciden, y conciliar los diferentes intereses que se hallan en juego, pues no agudiza el conflicto con ataques y defensas” (p.346). El procedimiento debe promover el protagonismo de los mediados, fomentar la visión de un futuro benéfico y propio para cada uno de los involucrados, así como mantener a los niños alejados y libres de la violencia. En donde, en caso de requerirse, construir bajo buenos términos el divorcio o la separación, si es que es la salida más factible a la situación presentada para la protección de los derechos, obligaciones y deberes, en los que se enseña las nuevas formas de intervención o interacción que ayuden a enfrentar los futuros conflictos. Cada uno de los acuerdos debe permitir la reconstrucción de las relaciones para el futuro de cada una de los involucrados en las nuevas conformaciones de las familias, así como en la nueva normalidad de vida.
CONCLUSIONES
Como lo indican García y Bolaños (2010) “desde que nos levantamos, hasta que nos vamos a dormir, pueden surgirnos desencuentros de mayor o menor grado con nuestros compañeros de trabajo, con los vecinos, con cualquiera que coexista con nosotros, pero, probablemente, los más dolorosos son los que se producen en el seno de la familia” (p.13). La solución inmediata de los conflictos ante el contexto derivado de la pandemia, ayudará a evitar el maltrato infantil, por lo que es indispensable abordarlo en el tema pertinente a la familia. Como lo indica Baqueiro y Buenrostro (2009) el conflicto forma parte de la vida cotidiana del ser humano en la sociedad, ya que “los intereses, las opiniones, los valores, el poder, las ideas, las necesidades de los seres humanos se encuentran en oposición en los diversos ámbitos de su mundo de relaciones” (p.314) y uno es sin duda en el plano familiar, donde los hijos son los más vulnerables ante episodios de violencia por la situación de desesperación y angustia que puede ocasionar en los miembros familiares el COVID-19.
Por tal motivo es muy importante mantener la unión entre la familia, conyugues, hijos, hermanos, tíos, primos, abuelos, sobrinos, y todo aquel miembro que integre la familia. Contar con principios y acuerdos familiares es fundamental para mantener una vida digna y amorosa, libre de violencia, practicando e inculcando valores como el respeto, la honestidad, la tolerancia, la solidaridad, promoviendo la igualdad, así también una formación de trabajo. Manteniendo siempre la comunicación para no tener disputas por las diferencias de opinión y si fuera lo contrario establecer acuerdos que beneficien los lazos familiares sin la necesidad de llegar a los golpes o el maltrato verbal y psicológico. Conviviendo y pasando tiempo con los seres queridos en la casa debe fomentar la unión y amor familiar, el mutuo entendimiento y compresión de cada una de las ideas, aportando apoyo en las tareas domésticas y académicas, brindando consejos en la etapa de desarrollo, en las dudas que vayan surgiendo en el crecimiento de los hijos.
El manejo de las situaciones familiares desfavorables durante la pandemia se requiere de un gran entrenamiento para abordarlas y mediarlas profesionalmente, con el punto de vista imparcial y puro para brindar orientación práctica en la que se entiende, en primera instancia, que los involucrados se encuentran voluntariamente con la finalidad de arreglar y direccionar el convivio familiar. Por tal razón, el proceso se encuentra determinado metodológicamente y bajo un enfoque humano, con el objetivo de obtener resultados provechosos en beneficio y sanación de la relación de los miembros familiares.
Gracias a la flexibilidad y reconocimiento que muestren los integrantes de la familia ante la presencia de los conflictos y las situaciones de maltrato o abuso infantil, dependerá su desarrollo y por ende su forma de atención. Todas las personas deben sentirse cómodas solicitando ayuda, ya que es común requerir apoyo de salud mental durante la cuarentena. Por tal razón es importante tener en cuenta que toda interacción que se experimenta en las relaciones humanas afecta a los tres elementos básicos: el pensar, el sentir y el actuar, y es de suma intención al abordar los procesos en la solución de los conflictos considerarlos para lograr un final integral en beneficio de todas las partes involucradas (Baqueiro y Buenrostro, 2009). Mantener la salud mental personal es fundamental para permanecer en bienestar individual y por ende familiar.
BIBLIOGRAFÍA
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Baqueiro, E. y Buenrostro, R. (2009). Derecho de familia (2ª Ed.). Oxford University Press México.
Botana, A. (2012). Conceptos básicos de referencia. En E. Souto (Dir), Mediación familiar (pp.27-44). Madrid, España: Editorial Dykinson. Disponible en https://ebookcentral.proquest.com/lib/initesp/reader.action?docID=3217463&query=
García. L. y Bolaños, I. (2010). La familia dialoga y llega a acuerdos: la mediación familiar. Resolución de conflictos 2. Dirección General de Familia, Comunidad de Madrid. Disponible en https://www.ucm.es/data/cont/media/www/pag-41339/lafamiliadialogayllegaaacuerdos.pdf
Ramírez, M.A. (2006). Conflictos entre padres y desarrollo de los hijos. En Convergencia, Revista de Ciencias Sociales, 34, 172-182. Disponible en http://site.ebrary.com/lib/initesp/reader.action?docID=10117772
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Rodríguez, M. (1988). La comunicación, motor del desarrollo. En S. Viveros (Ed.), Comunicación y superación personal (2ª ed.) (pp.81-86). México, D.F.: Editorial El Manual Moderno. Disponible en http://site.ebrary.com/lib/initesp/reader.action?
Santana, R., Sánchez, R. y Herrera, E. (1998). Maltrato infantil: un problema mundial. Salud pública de México, 40(1). Disponible en http://www.redalyc.org/html/106/10640109/
Zaldúa, G., y Bottinelli, M. (2010). Praxis psicosocial comunitaria en salud: campos epistémicos y prácticas participativas. Argentina: Editorial Universitaria de Buenos Aires. Recuperado de https://ebookcentral.proquest.com
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