Publicado: ene 27, 2021
Autor: Miguel Eduardo Anaya Mares
En nuestra vida cotidiana continuamente creamos diferentes percepciones sobre las situaciones y las personas que nos rodean. Nuestras percepciones personales comúnmente son subjetivas, ya que se encuentran cargadas de distorsiones propiciadas por nuestros propios prejuicios. De acuerdo a la Real Academia Española (2021) el prejuicio es una “opinión previa y tenaz, por lo general desfavorable, acerca de algo que se conoce mal”.
La vida personal se encuentra basada desde nuestra infancia, nuestra familia, la cultura y la sociedad en la cual crecemos y nos desarrollamos, por lo que contamos con una tendencia natural a generalizar mediante una simplificación de las propias experiencias. Desde una perspectiva constructivista cada persona le da forma a su mundo, por lo que al ser prejuiciosa se justifica a través de sus amargas experiencias y, derivado de su interpretación de unos pocos recuerdos personales junto con algunos rumores, puede llegar a generalizar sus ideas en exceso.
La existencia de los prejuicios en cada ser humano es absolutamente normal. Cada vez que percibimos a las personas o a las situaciones, tendemos a elaborar explicaciones sobre ellas y las razones por las cuales se comportan o no de cierta manera. Por tal razón, los prejuicios influyen en nuestro comportamiento y en nuestra toma de decisiones como líderes, por lo que pueden conllevarnos a consecuencias graves al decidir y actuar exclusivamente conforme a ellos.
Los prejuicios, al ser inconscientes son un agraviante para la búsqueda de la igualdad de las oportunidades. Pero cuando uno se da cuenta y posee los valores que inducen a cuestionarlos o evitarlos, puede ejercer control sobre sus propias creencias. Como líderes podemos volvernos conscientes de nuestros prejuicios y así gestionarlos adecuadamente.
Según Chiavenato (2009) la teoría de la atribución “se concentra en la forma en que unas personas juzgan a otras en función del significado que atribuyen a un comportamiento determinado”. Por tal motivo se recomienda que, para evitar los prejuicios y lograr una mejor comprensión de las demás personas en las organizaciones, durante las dinámicas relacionales se permita una libre expresión en la comunicación. Donde, en las evaluaciones del desempeño de 360°, se empleen el enfoque cuantitativo que registre la experiencia cognitiva y el enfoque cualitativo que capture la experiencia afectiva de los colaboradores.
El impacto de la globalización, el avance en las tecnologías de la información, el internet de las cosas, la diversidad en las empresas, así como la ética y la moral están propiciando nacientes fronteras y reglas, mismas que están demandando nuevos comportamientos, por lo que es importante reformar la forma del liderazgo si se busca evitar los prejuicios y favorecer así el compromiso democrático para que se logre el éxito organizacional.
Gracias a la adquisición de conocimientos actualizados y a la acción de nuevas experiencias, los prejuicios en las personas pueden ser contrarrestados. El nuevo trabajo del líder es lograr el desarrollo de sus colaboradores mediante el enriquecimiento de la calidad de sus preguntas, que les permitan traspasar sus propios paradigmas y explorar así las nuevas oportunidades organizacionales.
BIBLIOGRAFÍA
Allport, G. (1971). La naturaleza del prejuicio (4ª ed.). Buenos Aires: EUDEBA.
Chiavenato, I. (2009). Comportamiento organizacional. La dinámica del éxito en las organizaciones (2ª ed.). México: Mc Graw Hill.
Real Academia Española (RAE, 2021). Diccionario de la lengua española. Conceptos obtenidos de http://www.rae.es/
Sandoval, S. (2012). Psicología del desarrollo humano I (4ª ed.). Culiacán, Sinaloa: DGEP.
Post populares